Amanecía.
Las
piedras: unas,
como
puntas de lanza;
otras,
pulidas y amistosas.
Los
cristales del hielo blanquiazul
amenazantes.
Los
pinsapos desperezándose
para
calmar el dolor de la tierra
alargaban sus ramas intrincadas.
Los ojos de la luz iban poniendo
cada
hierba en su lugar exacto.
Sobre la
cumbre un águila vigila.
Certera
ejecuta su ritual de caza.
Mi
corazón se ha fatigado
pero restablece
gozoso sus latidos.
Sometidos
por una luz tiránica,
mis ojos
se entornan.
Las
sombras se estiran,
hacen de
la opacidad su imperio incesante.
El camino
mostraba yerbas muertas:
como el
amor herido.
Flores
liliáceas sin abrir
y
azucenas agostadas, hace tiempo.
Arándanos rojos, ya maduros.
Al borde
del abismo, he parado.
He vuelto
a sentir el abrazo de mi padre.
No huyó
solo para salvar su vida.
Murió
como las aves,
la
libertad no se negocia.
Hacer
frente a la opresión
es un derecho de los hombres.
19 de noviembre de 2017,
se publicó en alguno de mis blogs. Las fotografías son inéditas.