lunes, 29 de octubre de 2018

Conjeturas






A veces hacemos conjeturas
pero, también a veces,
es un traje deshilachado
roto y sin ninguna costura.

Mi ignorancia de todos los hechos
ni me resta responsabilidades
ni me otorga otros derechos.

Donde no se siembra
y se recoge la cosecha
puede que hoy, no,  pero mañana , sí;
no mirarán de frente al juez.

Esto es lo que pasa cada día
en este mundo que debía ser de todos
pero que es, en realidad, de unos pocos.

Despierten los muchos de su asombro
porque hay tantos  caminos,
tantos, para llegar al final
como al principio del llanto.

Jamás ningún hombre fue el dueño
de verdad absoluta porque amamos
burlarla a toda costa, así concebimos

la mentira y en ella nos instalamos
complacidos de haberlas inventado
de todos los tamaños, formas y colores.

Tales invenciones nos hacen concebir
un falso sentimiento de la vida.
Nada será suficientemente perfecto.

Será duro descubrir que llamamos amor
al sexo más asfixiante y duro.
A los hombres se les promete un cielo
al que nunca llegará su desconsuelo.

Siempre acaba por abusar
aquél que tiene alguna clase de poder.

No existen los rigores del frío
si puedo estar caliente,
bajo techo y abrigo.


Si yo me alimento,
no hay hambre ajena
que me haga desvelar
la noche entera.

La mentira tiene un amplio repertorio
de sonrisas, bellas palabras, consejos
y advertencias morales, leyes, normas, códigos
y un largo sinfín de dimes y diretes.

porque es cierto que cuando se trata de inventar,
la imaginación humana es un portento.
Así, de generación en generación,
las mentiras más burdas adquieren una patina

que las convierten en una verdad en si misma,
indiscutible, exacta  y tan oronda
como el Sol que nos alumbra y da la vida.

Y es por eso que, a veces, hacemos conjeturas.
También a veces, se levanta la niebla
y entonces nos vemos abrazados al error.

A él nos hemos entregado.
Es nuestro presente y el lejano pasado.
Y es la única certeza que sigue a nuestro lado.




Alcalá de Henares, 29 de Octubre de 2018
 
Texto e imágenes realizadas por Franziska
Para “El juego de la palabra dada”
PALABRA:  conjeturas
DADOR:  PEDRO RODRIGUEZ MARTINEZ
Corresponden a un texto escrito en el año 2002  y las fotografías se tomaron en el Tribunal Supremo de Justicia de Madrid durante una jornada de puertas abiertas, hace algunos meses.















        

  











domingo, 14 de octubre de 2018

Besicos



Besicos son aquellos
que dejamos con ternura
sobre los más chicos.

Lejos de la pasión
dan fe de la dulzura
y, en el recuerdo,
nos dejan un sosiego
de estrellitas azules
 y olor a espliego.

El besico va con la sonrisa
y las palabras cálidas
son su premisa.

Yo no recuerdo
haber recibido besicos
con luz de invierno.
Como tampoco creo haberlos dado
con la cara torcida
para otro lado.

Los besicos no mueren
en el recuerdo:  quien los recibe,
¿cómo podrá olvidarlos?

¡Ay quien tuviera los besicos aquellos!
Los que con tanto primor me dio mi madre.
¡Olían a canela, menta y limón!

¡Al llegar a la esquina, cerca de casa,
echabas a correr, el alma en brasas,
los besicos estaban en el hogar!

Alcalá de Henares, 14 de octubre de 2018


Realizado por Franziska para
EL JUEGO DE LA PALABRA DADA
Publicado en el mes de septiembre de 2010







viernes, 5 de octubre de 2018

En un lugar llamado conflicto





 Para quienes deseen nuevos contactos




 
Nací en un combate
de dimes y diretes
que solo puerta adentro
_y en  tonos muy quedos _
salía a relucir.



El exterior era un lugar
de pozos muy profundos
con escasas bombillas
de 25 vatios.



Las gentes se miraban
con desconfianza
y muy correctas, eso sí,
hablaban de la lluvia
o del frío del invierno.



La vida era el frío
o el calor del verano
pasados con el hambre
que nunca se saciaba.



Los niños en la calle
reíamos, a veces.
Cantábamos, saltábamos,
jugábamos al corro
y a guardias y ladrones.
Las niñas, en un lado;
los niños, en otro.



En ese mundo limpio
que siempre habita la inocencia,
crecimos cargados de prejuicios
y en él conocimos, en secreto,
que no existían los Reyes Magos
y que los bebés no vienen de París.




Así, aprendimos también
que los  mayores mienten.
Las mentiras prohibidas
era una regla solo para niños.
Con ella se practicaba, entonces,
muy bien la hipocresía.







¡Yo no he sido, mamá,
lo hizo Carlota!
Negaba la inocencia
ante algo que había pasado
delante de testigos.








Con esos terribles pecados
en nuestra conciencia
acudíamos al confesonario.
Un sentimiento de culpa
se instalaba en los niños
para siempre. Aún en la vejez,

es una pegajosa adherencia
en el razonamiento, instalada.






Pecabas si no obedecías a tus padres,
al cura, al maestro, a la portera,
a cualquier persona mayor
que tuviera a bien decirte:
No saltes, no corras, no grites, cállate.



Ser sumiso, obediente.
Nunca preguntar por qué.
Y no se hable de tomar iniciativas…
Esto son lentejas…
no era sólo a la hora de comer.



Ser niña era un plus de pecado
añadido al curriculum femenino.
La maravilla es que, en ese caos,
nacían ángeles que se llamaban Pancho,
Marisol, Juanita, Pepe, Juan, Ignacio…



que conseguían vencer a los diablos
y volaban derechos al convento.
Poblaban claustros,
habitaban en seminarios.
Pretendían ser santos
y erradicar  el pecado para siempre.



Ya que existía el aterrador infierno:
alcanzar el cielo era la meta.
Yo también quise ser santa
pero enseguida ví muy claro
que no había nacido
con alas en mi espalda.




Alcalá de Henares, 5 de octubre de 2018
Texto e imágenes realizados por Franziska para ser publicados en 
EL CANTO DEL RAITÁN