martes, 25 de julio de 2017

Existe algo a lo que llamamos corazón





Quizá tus ojos no vuelvan a mirarle.
Por eso, en los ocasos con nubes en el cielo,
buscas mares azules y, al mismo tiempo,                     
tratas de abrazar todos tus viejos sueños…


Es posible que  no vuelvas a escuchar el bramido de sus olas
ni su avance impetuoso conducido por el viento.
Ni  a ver como entregan su energía en la playa
ejecutando esa danza final de noche de los tiempos



pero siempre diferente y abismal, en su esencia.
Porque la luz que la atraviesa y rompe sus partículas
crea una infinita sinfonía con el céfiro.
Desde el principio del tiempo así, ha sido.




¡Pero si es solo una imponente masa de agua!
Te ha dicho, algunas veces, la razón desesperada.
¡No me gustan, razón, tus argumentos!
No sé por qué crees que es más lúcida tu visión,



 
más agudo y más sutil tu entendimiento.
Mi querida mente razonadora, yo sé que tú no ignoras
que existe algo a lo que  llamamos corazón.
Un hálito de luz y de esperanza que nos enseña a amar.
Es como la presencia de Dios dentro del alma.



Como un imán, el mar te lleva hacia sus aguas.
Sientes como si toda tú fueras un  océano.
Sin principio ni fin, eterna, como el universo,
en movimiento y expansiva:  agua al viento.
Pero, quizás, acabarás tu vida aquí, tierra adentro.



26 de Julio de 2014
Raitán

Alcalá de Henares, 25 de julio de 2017
Texto realizado hace tres años y que no recuerdo haber publicado. Las fotografías, sin embargo, corresponden a la última excursión en tren y las fotos que acompañan al texto se realizaron durante el trayecto de Soria a Alcalá de Henares.  Anochecía.

miércoles, 5 de julio de 2017

Querido compañero






Querido compañero de fatigas:
contigo llegué a este mundo.
A tu lado conocí la inocencia.
Las risas sinceras y los juegos,
por ti los tuve y te los debo.


Para mi asombro crecías.
La maravilla de crecer
-comprobada en el espejo-
aún hoy trato de entender.
Reparaba entonces que tus ojos

veían ¡hasta las briznas de polvo!


La maravilla de percibir la luz.
De mirar otros ojos.
De recibir la imagen
de todo cuanto amamos.
Con un temblor de gozo,
contemplar las sonrisas de los otros.


A través de tus cinco sentidos
y puede que de otros,
- hasta ayer desconocidos-
profundas experiencias
formaron parte del alma mía:
de mi carácter fueron guía.



Tus oídos matizaban
una escala primorosa
de infinidad de sonidos:
los matices escondidos
en las pasajeras voces.
El canto de los pájaros,



el croar de las ranas,
el eco del viento cuando silba
o se queda varado en la solana.
El rugido del mar
cuando se enfada y, furioso,
azota las rocas de la costa.



El susurro con que el amor se queja
cuando por tu lado pasa:
que, de todos los sonidos
es el más dulce y mejor.


Sin ningún atisbo de duda,
sin frío ni calentura,
diferenciaban el rudo acento
del llanto y del sufrimiento.


Creo que nunca me has fallado.
Siempre que sufrí
estabas a mi lado.
Compañero de dichas,
de luchas y fracasos…


Sólo por  ti se hizo en mí, la carne
de tres hijos.  ¡Fui madre: lo soy!
Ese es mi oficio. El único
que tal nombre merece con honor.

¡Hijo eres del fuego eterno del amor!
Cuando dabas a luz  ¡qué maravilla
y qué hermosura fue tu cuerpo!
¡Qué dulce la aventura vivida!
¡Qué hermosos frutos dio tu vida!


Ahora compartes conmigo la añoranza
de esta ausencia punzante de los hijos.
Te emocionas, ríes, te mueves
con alegría. El día que retornan
a nuestra segura cercanía
te olvidas del dolor y se oye
una voz que aún le canta a la vida.


Epilogo:
¡Aclárate, por Dios!
-mi cuerpo apremia-
¿Los hijos son tuyos o son míos?
¿No serán, acaso, de los dos
más un tercero
que debió intervenir
en la cuestión?


 25 de Enero de 2009

Alcalá de Henares, 5 de julio de 2017
Texto e imágenes realizadas por Franziska para
"EL CANTO DEL RAITÁN"