Por un
senderillo,
por un caminito
que olía a limón,
tomando un
atajo,
al monte, una
tarde, se marchó Vidal.
Vidal tenía
los ojos azules;
el rostro,
moreno;
las piernas,
muy largas;
las manos,
pequeñas;
la sonrisa,
franca;
la mirada, clara
sincera y
honrada
y un sueño muy
hondo
cincelado en sus entrañas:
Quería volar
con dos alas blancas,
llegar
donde la esperanza
de vivir en
paz, no fuera un anhelo
sino la más
simple y pura verdad.
A su aldea
había llegado la guerra
que puso en sus
manos
fusiles y
bombas, al tiempo que alguien
le dijo: “odia a estos hombres,
tienes que
matarlos”
Él escapó
pensando que tenía alas.
De un tiro
certero se murió creyendo
que estaba
llegando…
Alcalá de Henares, 6 de febrero de 2019
Duele pensar que los niños pueden seguir siendo utilizados en las guerras y esto a pesar de los años transcurridos.