de brumas el alma llena

 

Un peregrino que llama  en una noche de niebla

suplica posada y lleva de brumas el alma llena 

y una fiebre que en su cuerpo

como un león pelea

para cazar una cierva.

Desatranqué la traviesa

que  mi puerta protegía

y le franqueé la entrada

con una mirada clara,

con una sonrisa abierta. 

Con atillos de romero

encendí, veloz, el fuego

y ropa limpia

–con un aroma de espliego-

le entregué

para que la suya

mojada, sucia y ajada,

                    mudara.

Te bañaste frente al fuego

en la tina de madera

y tu cuerpo aterido y fatigado

se lavó con agua hervida

con un penetrante olor

a  manzanilla y laurel.

Peregrino, aquella noche,

tú me regalaste un manto,

un manto de luna blanca

con mil estrellas lucientes

y pusiste una corona de jazmines

sobre mis sienes desnudas

y colgaste en mi jardín

cientos de espejos de plata

diciendo que te encontraría en ellos

siempre que en ellos mirara.

Proseguiste tu camino

en otra noche

–también oscura y cerrada-

¡Ni luna había en el cielo

             ni las estrellas brillaban!

¡Pero no te marchaste solo

tras de ti, se fue mi alma!

Detrás de los postigos

de la casa donde vivo

se ve atisbar unos ojos

que miran hacia el camino

y cualquiera te diría que son los míos

pero tú, peregrino, no  lo creas:

ojos que no tienen alma

no miran, ni ven, ni sienten:

sólo son reflejos donde ves correr el agua

que  hacia el mar  se encamina.

  Enero de 2002

Publicado en Alcalá de Henares, 25 de octubre de 2016

bajo el seudónimo de Raitán

El texto y las imágenes han sido realizados por Francisca García

Menendez para "El canto del raitán"