He sido una
hechizada princesa
que durmió mas de
cien años,
acunada por los cantos
de ruiseñores y
mirlos.
Los labios
apasionados
de un armado
caballero
me devolvieron la
vida.
¡ Era el príncipe
más valiente
mas hermoso y mas
gallardo!
También bailé un
rigodón
en una noche
encantada
y perdí al salir
huyendo
mi zapato de
cristal.
Recatada y obediente
-y buscando los
atajos-
me encaminé
cuesta arriba,
cuesta abajo,
para llegar
diligente
por un lobo
perseguida,
acechada y acosada,
a casa de mi
abuelita.
En una nevada noche
he sido niña
doliente
queriendo vender
cerillas
a gentes
indiferentes.
He sido, junto a mi
hermano,
niña perdida y
hambrienta
que halló en medio
del bosque
mas intrincado y
sombrío
una casa con puertas
de caramelo,
ventanas de
chocolate
y paredes de turrón…
Lo mismo fui y cómo
no,
el niño más
chiquitito
mas valiente y mas
sagaz
que haya existido
jamás.
Me hice con unas
botas
-de siete leguas
llamadas-
propiedad de un ogro
infame y tragón
que burlé de su
ración
de niños bien adobados
pues descalzo ¡ el muy felón!
se hacía daño en los
pies
y a cada paso decía:
¡ay malditos, niños
malditos…
malditos niños!
Que mordiera su
manzana
de serpiente
emponzoñada
consiguió
insidiosamente
una cauteloso
anciana.
Y dormida, en una
urna,
de cristal
resplandeciente
esperé pacientemente
que mi príncipe
llegara
y me besara en la
frente.
Caminito de una boda
he sido gallo Kiriko
y he empleado tanto
tiempo
en negar al gusanito
Diciendo:
“Con él mi tiempo no pierdo,
si le he visto, no me
acuerdo”
que, justo en este
momento,
no sé si soy, si fui
o si era
quien llevaba en su
barriga
al gusanito de seda.
Y para salvar mi
cuello
del alfanje
carnicero
a un sultán, - como
todos,
caprichoso y
altanero -,
he tenido que narrar
- desde el ocaso a
la aurora-
mas de mil leyendas,
mil,
durante mil y una
noche.
He viajado hasta el
castillo
de “Irás y no
volverás”
y aquí estoy para
contarlo:
señal que logré
volver.
Mis sueños fueron la
ruta
y el camino secreto
para vivir aventuras
extrañas y
estrafalarias
pero siempre
divertidas.
Fui sastrecillo
valiente
que, también, libró
a su gente
de cierto gigante
matón.
He portado una
lámpara
que cumplía mis
deseos
allá en tierras
lejanas,
en el país de los
sueños,
en el encantado
Oriente.
La fantasía que
alienta
mis pensamientos de
adulta
tienen su base y
raíz
en la alegre,
confusa y extraña turbamulta
de hadas, brujas,
doncellas, princesas,
ogros y lobos
feroces
¡y hasta cerditos
astutos,!
magos, príncipes y
pajes
reyes codiciosos,
sastrecillos valientes,
niños perdidos y
hambrientos…
lámparas
maravillosas…
y Alicia niña
perdida
en el fascinante
mundo
de los sueños más
absurdos.
31 de Enero de 2002
Alcalá de Henares, 17 de septiembre de 2017
Texto rescatado y que creo está sin publicar y las fotografías corresponden a mis recientes vacaciones.