Juntos fuimos concebidos.
Crecimos en ilusiones,
afanes y esperanzas.
Aprendimos a querer
y supimos a la par
que no tiene sentido odiar.
Tú naciste para mandar,
pensar y organizar.
Nací para obedecerte.
En mí están los sentimientos
más elementales,
y he de reconocer
que no es fácil cumplir
tus ineludibles órdenes.
Soy el dueño del gusto,
el tacto y el olfato
y hasta mis oídos llegan
los sonidos más estridentes
y las melodías más bellas.
A través de mis ojos
llegaron a codificarse
multitud de colores
y centenares de estrellas.
¡Pero está este cuerpo maltrecho
de plegarse a tus caprichos!
Arguyendo que tú eres
El Ente Razonador
me impones mil cortapisas.
Mi cuerpo no razona: obedece.
No piensa, pero no es inconsciente.
Disfruta los momentos de euforia
pero también se agota en el trabajo,
soporta
penas y dolor.
Tu cuerpo cree,
con una fe que maravilla,
que su directora es altiva,
despiadada y exigente.
Jamás valora lo que sale bien.
Sólo ve los errores.
Impone sus conceptos
del bien y del mal,
del blanco y del negro
y del gris sin final…
Si ella no me mueve,
me quedo parada.
Si ella se enfada,
me siento confusa.
Si ella está contenta,
habré de reírme.
Decide si debo dormir o velar
e impone si puedo querer o soñar.
Tirana como tú no he visto otra igual,
no consigo que me dejes tranquilo,
concédeme, siquiera, un respiro:
¡Una hora tan sólo sin cerebro!
¡Libertad, sólo eso…
Sesenta minutos es bien poco,
querría saber cómo se vive una hora
sin pensar ni mucho ni poco!
¡Libertad, sólo eso…por favor,
sesenta minutos, es bien poco!
Alcalá de Henares, 12 de mayo de 2022
Texto publicado por primera vez el 6 de febrero de 2003. Las fotografías se realizaron en el 2018 en el Museo del Vidrio de la ciudad de Alcorcón que es único en España. Añado, como siempre, que el texto y las fotos son originales y realizadas por mi.