Quizá tus ojos no vuelvan a mirarle.
Por
eso, en los ocasos con nubes en el cielo,
buscas
mares azules y, al mismo tiempo,
tratas
de abrazar todos tus viejos sueños…
Es posible que no vuelvas a escuchar el bramido de sus olas
ni
su avance impetuoso conducido por el viento.
Ni a ver como entregan su energía en la playa
ejecutando
esa danza final de noche de los tiempos
pero
siempre diferente y abismal, en su esencia.
Porque
la luz que la atraviesa y rompe sus partículas
crea
una infinita sinfonía con el céfiro.
Desde
el principio del tiempo así, ha sido.
¡Pero
si es solo una imponente masa de agua!
Te
ha dicho, algunas veces, la razón desesperada.
¡No
me gustan, razón, tus argumentos!
No
sé por qué crees que es más lúcida tu visión,
más
agudo y más sutil tu entendimiento.
Mi
querida mente razonadora, yo sé que tú no ignoras
que
existe algo a lo que llamamos corazón.
Un
hálito de luz y de esperanza que nos enseña a amar.
Es
como la presencia de Dios dentro del alma.
Como
un imán, el mar te lleva hacia sus aguas.
Sientes
como si toda tú fueras un océano.
Sin
principio ni fin, eterna, como el universo,
en
movimiento y expansiva: agua al viento.
Pero,
quizás, acabarás tu vida aquí, tierra adentro.
26 de Julio de 2014
Raitán
Alcalá de Henares, 25 de julio de 2017
Texto realizado hace tres años y que no recuerdo haber publicado. Las fotografías, sin embargo, corresponden a la última excursión en tren y las fotos que acompañan al texto se realizaron durante el trayecto de Soria a Alcalá de Henares. Anochecía.