Ardiente
sol.
Campos
marchitos, resecos.
De vez en
cuando, un matojo
o un
escuálido grupillo
de
árboles solitarios.
Lejos, a la orilla del Henares
crece un
tupido
y
sorprendente follaje.
Se oye el
rumor del agua
que
discurre escasa y plácida.
Ruta de
campos sedientos,
árida
tierra, pobreza…
en donde
luchan los hombres,
donde
sueñan con hallar a Dulcinea:
quimera y
hambre desesperada
de todas
sus madrugadas.
¿Dónde
estará?
No la
encuentran a lo largo del camino
y eso que atentos vigilan
los ojos
con que se cruzan
y los
labios que suspiran.
¿Qué
enconada calentura
les hace
esperar sin fin
hallar,
en una sola mujer:
los
labios de Melisenda;
los ojos
de Catilina;
la
sonrisa de la Gioconda ;
el cutis
de Agripina;
y la voz
-encantada y ardiente-
de su
amiga Soledad?
Publicado por primera vez en
Alcalá de Henares, 7 de Junio de 2002