Amanecía.
Las
piedras: unas,
como
puntas de lanza;
otras,
pulidas y amistosas.
Los
cristales del hielo blanquiazul
amenazantes.
Los
pinsapos desperezándose
para
calmar el dolor de la tierra
alargaban
sus ramas intrincadas.
Los
ojos de la luz iban poniendo
cada
hierba en su lugar exacto.
Sobre la
cumbre un águila vigila.
Certera
ejecuta su ritual de caza.
Mi
corazón se ha fatigado
pero
restablece gozoso sus latidos.
Sometidos
por una luz tiránica,
mis ojos
se entornan.
Las
sombras se estiran,
hacen de
la opacidad su imperio incesante.
El camino
mostraba yerbas muertas:
como el
amor herido.
Flores
liliáceas sin abrir
y
azucenas agostadas, hace tiempo.
Arándanos
rojos, ya maduros.
Al borde
del abismo, he parado.
He vuelto
a sentir el abrazo de mi padre.
No huyó
solo para salvar su vida.
Murió
como las aves, la libertad no se negocia.
Hacer
frente a la opresión es un derecho de los hombres.
Alcalá de Henares, 28 de noviembre de 2017
Poema y fotografías realizadas por Franziska para
EL CANTO DEL RAITÁN.