Gracias porque no me colocaste en
un altar
del que, más tarde, habrías de
arrojarme
pues no hay pasión que el paso del
tiempo
no convierta, al fin, en sólido
vinagre.
¡Qué alivio siento al saber que no
soy yo
quien ha de compartir tu habitación!
¡Tampoco habré de temer esa llamada
que me convertiría en una criatura desolada!
Ahora comprendo lo que no
advertiría
si viviera atrapada en las redes de
Cupido.
No ciegan mis ojos la pasión. La
verdad
-con toda la barbarie de su
sinceridad-
es, sin embargo, justa porque es
objetiva.
Más generosa e intuitiva ahora:
estoy dispuesta a perdonar
lo que en amor, nunca perdonaría…
¡Lástima, él no sabrá cuánto me han
dado
su corazón ausente y sus manos
vacías!
Ahora ya no tiemblo al pensar en el
traspaso
de todo lo que año tras año he ido
perdiendo:
el testimonio de que mi juventud
es ahora un remoto pasado,
pero, sin embargo, no rompe el deleite
que gozo con mi edad.
Sin conflictos ante el espejo porque
se advierten ya sin recato las
arrugas,
el nacimiento de las canas, nos
saluda
y. en el abdomen, la grasa se
acumula.
Ninguna deuda ha de saldar conmigo,
sin embargo, yo le debo el placer de su ausencia,
la paz que habita en mis entrañas,
la libertad de la que gozo y no me sacio.
Gracias por esa gran ausencia
que todo lo llena y ennoblece.
Alcalá de Henares, 12 de agosto de 2017
Texto e imágenes realizadas por Franziska para
"EL CANTO DEL RAITÁN"
Raitán
julio 2014