Amparada por
la soledad y el silencio
que
rompe, a veces, el ulular del viento
estoy en
una isla sin nombre y sin hombres.
Un
roquedal hiriente, azotado por las lluvias.
Una
tensión sin límites, dio razón a mi odio.
Con una
fuerza que antes no he sentido…
Desprendida
su cabeza, oí un alarido
que
parecía brotar del fondo de la tierra.
Después,
un río negro de sangre,
con sus
alas siniestras, llegó hasta el mar.
Aquel que
dijo siempre ser mi padre,
terminará
siendo un festín de buitres.
Se multiplicará
en todo
aquel que se sacie en su carne.
Esa será
la consecuencia de su vida.
Un tambor
retumba en mi conciencia.
No existe
tal oscuridad como la que aparece
tras el
lejano horizonte… ¿Estaré loca?
Cuando la
noche abra sus compuertas,
zarparé
rumbo a cualquier puerto.
Clarea.
Pronto amanecerá.
El mar es como mi vida:
las corrientes van por dentro.
Miro las puntas de mis recuerdos.
Mi tiempo es eterno. Siento dolor.
Algo
podrido llevo dentro.
Nunca
pude escapar de sus abusos.
El tenía
que proceder de un acto oscuro.
Me queda
esta barca parcheada.
Arribaré
a las playas de la noche.
Buscaré
en los puertos, como siempre.
Mi cuerpo
de niña no levanta sospechas.
Tomo solo
lo que necesito.
Alcalá de
Henares, 13 de julio de 2021
Texto y fotografías realizadas por Franziska
Tema sugerido por una fotografía, de perfil, de una mujer en uno de los talleres de literatura impartidos por Alberto Cubero.